viernes, 4 de abril de 2014

La última oportunidad



Me estaba explicando mi yerno Luis que acababa de estropeárseles un televisor de 26 pulgadas que les había funcionado siempre muy bien y que, después de verlo un  amigo técnico en estas reparaciones, tras considerar que estaba suficiente amortizado y pensar en la dificultad de conseguir en este caso piezas de repuesto, decidieron que lo mejor era desprenderse del televisor y comprar otro de nueva línea, más moderno y de mejores prestaciones.

Pero en esto aparece mi hijo Javi, siempre contrario a tirar cosas que pueden servir, especialmente tratándose de un televisor cuya imagen era de las mejores que él había visto. La solución que aportó fue contar conmigo para que yo lo  reparase, haciendo un acto de fe, que yo le agradecí profundamente, ya que no es  mi actividad la de reparar televisores y por tanto no tengo  ni los conocimientos ni los recursos necesarios. Por ese acto de confianza acepté el reto y me dispuse a responder con la mejor voluntad posible a la fe que mi hijo me concedía gratuitamente.

A pesar de que en casa tenemos suficientes televisores, en algo coincidía con él, y era con su criterio sobre la buena calidad  de la imagen  que ofrecen los televisores de esta marca.

 Quedamos, pues, en que lo traerían  para que hiciéramos con el televisor lo que nos pareciese conveniente  y, teniendo en cuenta el tamaño,  el peso y las dificultades de traerlo, agradecí a mi yerno su buena voluntad por colaborar una vez más con los deseos de Javi.

El televisor quedó al fin depositado en el garaje de mi casa en un espacio para taller, sobre una resistente mesa pegada a una pared en la que hay ubicadas numerosas herramientas soportadas por las correspondientes clavijas.

Mis pronósticos sobre la reparación proyectada eran bastante malos, puesto que después de visto el problema por un técnico y dado el resto de circunstancias, estadísticamente era improbable que el aparato pudiera ser reparado; sin embargo ya he dicho que no podía darle una negativa a priori a mi hijo, después de su enorme demostración de confianza en mí.

El televisor había quedado aquí el fin de semana, y el lunes siguiente lo primero que hice fue disponerme a analizar, con la poca moral indicada, las posibilidades de reparación; sin embargo algo veía a favor del buen resultado de la operación y era que las averías en los inicios de los sistemas no tienen mal pronóstico en el caso de las máquinas y de los aparatos. Esto me hacía pensar que todavía quedaba en pie una esperanza de salvación.

La avería, en definitiva, consistía en un mal funcionamiento del interruptor de potencia (accionado por un pulsador) que era un incapaz de desconectar el televisor, de vez en cuando, una vez conectado. Esto es una falta de fiabilidad que realmente es una lata para el usuario del aparato.

Quité como pude la tapa posterior del aparato y aparecieron a la vista multitud de complicados circuitos y componentes llenos de polvo; sin embargo pude apreciar que con quitar un simple tornillo, podía deslizar con facilidad por unas guías la placa de circuitos atiborrada de componentes y quedaba  muy a la vista y accesible el interruptor causante de la avería.

 Comprobé que el interruptor funcionaba manualmente con dificultad ofreciendo resistencia en ambos sentidos y no hice otra cosa que darle un ligero toque de spray de “tres en uno”. Esto fue milagroso, porque el televisor pasó a funcionar perfectamente, “como si fuera nuevo”. Entendí que el problema estaba resuelto y mi alegría no tuvo límites por la suerte de resolver de una forma tan sencilla tan historiado problema. Por otra parte, el volver a montar la placa de circuitos en su posición original era de lo más sencillo y con ello se daría fin a la reparación.

Ante la buena evolución de la aventura me alegré por Javi y además mi autoestima aumentó  hasta niveles elevados puesto que, en pocos segundos, había resuelto  un problema de tan mal pronóstico. La operación era genial porque tendría razón mi hijo en creer en lo “manitas” que era su padre, cosa que recordaría  cada vez que utilizase el televisor.

Para redondear la jugada y no hacer las cosas a medias, decidí aprovechar la ocasión para limpiar el polvo de los circuitos con todo cuidado, utilizando un soplador y un aspirador con lo cual quedó todo casi como el día que salió de la fábrica. Repito que mi satisfacción era tan grande como si este día me hubieran hecho un extraordinario regalo.

Todo acabado, me dispuse a poner la tapa para dejarlo  cerrado en perfectas condiciones y para ello tuve que girar un poco el televisor para facilitar la colocación de la tapa; sin embargo, a pesar de hacerlo con cuidado porque el espacio de la mesa era escaso, no calculé bien el saliente del tubo de imagen, así que oí un ligero “clic” y a continuación oí una aspiración de aire de unos pocos segundos en la parte posterior, como si fuese el último estertor de un moribundo. Inmediatamente comprendí lo que había pasado: la parte posterior del bulbo de cristal del tubo de imagen había rozado con algún obstáculo de la pared y el cristal se había roto. Efectivamente, eso había pasado y acababa de cargarme nada menos que el tubo de imagen. Con ello toda la ilusión  por mi éxito en la reparación se vino al suelo en un segundo.

Mi moral, tan alta pocos segundos antes, pasó a nivel de cero inmediatamente, sin saber como superar tan desgraciado accidente. Pensé en beberme media botella de whisky, o de salfumán,  pero opté por fin por salir de casa e irme a tomar un café a un bar próximo.

Caminando hacia allí me hacía las siguientes reflexiones: yo siempre digo que ante cosas desgraciadas que nos ocurran, buscando bien, se encuentra algo que hace que sea  más valioso lo bueno que lo malo de la situación, pero me preguntaba: ¿Dónde está aquí lo bueno? ¿Cómo es posible estando tan cerca del éxito sufrir un fracaso tan tonto? Con lo bonito que había sido el comienzo, todo se había, al fin, malogrado. Me imaginaba el fuerte coste del tubo de imagen que con un ligero movimiento se había ido a hacer puñetas. Y ahora a llevar el televisor al punto limpio, informar a todos del fracaso y a soportar pacientemente  la cura de humildad correspondiente.

Creo que este suceso me ha servido para rebajarme los humos, porque quizá con esto de que me voy considerando escritor, aunque solo sea de un libro de principiante,  me estaba subiendo demasiado el nivel de autoestima.

A medida que van pasando los minutos pienso sobre todo en lo cerca que algunas veces situaciones de gran satisfacción están a segundos de grandes contrariedades por causa de descuidos insignificantes. Esto es lo que ocurre con frecuencia, si se tiene un momento desgraciado, especialmente conduciendo un coche.

A Javi, que iba a tener un medio de buena imagen quizá le sirva este suceso como argumento de uno de sus guiones, y en todo caso para aprender  esta triste lección.

A pesar de que, según indico, empiezo a encontrarlos, necesito seguir buscando todavía lados positivos que la situación pueda tener  para mitigar esta amarga sensación del paso tan rápido de algo que pintaba tan bien, a tan rotundo fracaso.

También pienso que estoy muy mal acostumbrado a que durante bastante tiempo las cosas me hayan ido saliendo  bien y necesito irme preparando para que suceda lo contrario, al menos para mantener la autoestima en niveles más modestos y bajarme los humos, ya que el mantenerlos exageradamente altos es una enfermedad de fácil adopción, que necesita urgentes remedios.


sábado, 25 de enero de 2014

NUESTRO GRILLO

   
Hace años, en nuestra etapa de recién casados, cuando yo iba a  trabajar a Datsa, mi esposa se ocupaba de los quehaceres domésticos, dedicando una parte de su tiempo a  las labores  que tienen lugar en la cocina. Entonces no teníamos hijos y, lógicamente, se sentía sola en un piso  alquilado en Zaragoza.
 
 No teníamos televisión y, por tanto,  la soledad resultaba acentuada por el silencio. Fueron pasando los días y en un determinado momento, oyó un par de notas del canto de un grillo procedente de la ventana de la cocina. Ella comprendió que provenían de uno de esos grillos negros y lustrosos que son bastante pequeños,  tienen unas alas cortas y  suelen cantar a pleno pulmón en el campo, especialmente algunas noches de verano.  Por eso era muy extraño que cantara  un grillo por el día y además en aquel lugar de nuestra casa.
  
Cuando  volví de mi trabajo, me explicó María el sorprendente suceso e imaginamos que el acceso del grillo se había producido casualmente por hallarse en alguna de las verduras que comprábamos y no encontramos explicación al hecho de que emitiese aquellas dos  únicas notas  a plena luz del día. Quisimos pensar que significaban un saludo, o que quizá eran un sondeo para averiguar cómo sería recibido en aquel lugar  extraño y desconocido para él.
   
Lo cierto es que la experiencia no debió de ser negativa para el grillo, porque al día siguiente volvió a cantar, pero esta vez una media docena de notas del mismo tono e intensidad  que las del día anterior. También esta vez me informó mi esposa de la situación y nos quedamos pendientes de la evolución en los próximos días. Y sucedió que el grillo, al percibir que María era inofensiva y acogedora,  decidió  arriesgarse a cantar sin complejos; así que, mientras  ella cocinaba, pasó a sentirse acompañada por aquel invisible animalico.
    
Éste, convencido de que no corría peligro, se atrevió a hacerse visible y allí teníamos a María amiga de un grillo que se dejaba ver tranquilamente por toda la cocina y cuando le parecía le cantaba sus joticas grilleras. Y ella estaba maravillada con aquel compañero tan simpático y ameno. Yo también estaba complacido de que, cuando María se quedaba sola en casa tuviera  la compañía de nuestro grillo, al que conocí porque me lo presentó un día ubicado tranquilamente en un lugar visible de la cocina.

Fueron pasando los días en esta situación tan chocante y encantadora y nosotros nos sentíamos contentos de convivir con  aquella minúscula y cantarina mascota.

Un día invitamos a cenar a un matrimonio del que éramos muy amigos y cuando nos hallábamos todos en el cuarto de estar charlando tranquilamente, la esposa de nuestro amigo salió un momento para hacer no sé qué cosa y al volver, dijo: “María, tenías un grillo en la cocina, pero no te preocupes, que ya lo he matado”.
   
María y yo nos miramos con los ojos muy abiertos y cara de sorpresa y de pena, porque nos acababa de matar a un ser muy querido que confiaba en que en nuestra casa convivía con nosotros,  sin ningún peligro.
  
En ese cielo en el que  irónicamente imagino a las almas de los animales cuando mueren, supongo que se halla un grillo negrico que, con su minúsculo cerebro, ha aprendido que entre las personas que habitan en esta bola llamada Tierra, hay unas que llegan a querer a los grillos y otras que pueden matarlos sin ningún motivo.
 
 Y en todos estos años, muchas veces hemos sentido  pena, por no haber sabido proporcionarle la suficiente seguridad a nuestro amigo el grillo y quizá  él también recuerde lo feliz que fue durante un tiempo,  en  aquella casa  y el cariño que le tuvieron aquel par de recién casados.

EPILOGO
Pasado un tiempo desde mi anterior escrito, supe que el nombre de grillo era realmente grillo doméstico según su denominación común, aunque la científica es la de  ortóptero (¿os acordais de aquella lista de los insectos que decíamos de carrerilla que era: “apterigógenos, arquípteros ortópteros, hemípteros, etc., etc.?”). Pues ahí aparece la familia de nuestro grillo, que, por supuesto, su nombre no es el de saltamontes, porque  esos, aunque parientes, son otros.
También supe que se trataba de un grillo macho, ya que las hembras no cantan y averigüé que el objetivo de sus cantos  no era  amenizar las mañanas de María, sino atraer a los grillos hembra o grillas;  y menos mal que no había alguna por las cercanías, ya que, de haberse cumplido los deseos de nuestro imprevisto huésped, la hembra una vez emparejada con él habría puesto en algún rincón cientos de huevos y podía haberse llenado la casa de grillos omnívoros (que comen de todo, incluso tejidos) de ambos sexos y aunque la vida media de los grillos es de un año nos hubiéramos visto obligados a fumigarlos por aquello de o ellos o nosotros, así que la acción exterminadora de nuestra amiga que a primera vista pareció la quiebra de un encanto, posiblemente nos libró de una infausta tarea a corto plazo. (¿Verdad que cuando se mejora el conocimiento de las situaciones, las conclusiones son muy diferentes a las que extraemos sin suficiente información?)


miércoles, 21 de marzo de 2012

Un viaje original

El relato siguiente se refiere al viaje de regreso a Zaragoza, en un autobús lleno de viejos, casi viejos, viejos que se sienten jóvenes y casi jóvenes, (aunque la RAE, para evitarse estos líos, llama viejo a toda persona o animal que tiene más de setenta años).

Expresando todo lo anterior de forma todavía más simple, se podría decir que regresábamos de Gandía un grupo del INSERSO.

Volvíamos afectados en alto porcentaje y grado por una maldita gripe que algunos por lo bajinis conjeturábamos que debía de ser: gripe de cepa nueva resistente a la vacuna antigripal, especie de gripe A, simplemente gripe, u optimistamente catarro mal curado.

Después de comer en el Milagro (no sé exactamente a qué milagro se refieren si la relación calidad/precio no es más que normalilla), Íbamos semidormidos por causa de la fiebre y de las albóndigas del susodicho restaurante, cuando una señora de Ejea de cierta edad y tamaño, comenzó a explicar en voz alta anécdotas y circunstancias de su vida sin que nadie se lo solicitase, pero con tal gracejo que poco a poco captó la atención de todos y las risas fueron tan constantes y generalizadas que el viaje se nos hizo muy corto, si bien nos quedaron doloridos los diversos músculos que se activan con la risa, lo cual al menos, parece ser una gimnasia metabólica muy sana, aunque tenga los indicados efectos secundarios.

Decía cosas como las siguientes:

"Yo de pequeña era mu traviesa y mu mala. Mi padre era mu buena persona, pero mi madre me conocía perfectamente y gracias a ella me mantenían casi a raya.

Mi obsesión era ir a Zaragoza y no había forma de conseguirlo. Una vez que estaba ya en el coche de línea, apareció mi padre con mi hermano en brazos porque se le había metido un mosquito en un ojo y me hicieron bajar a rastras del coche para llevarlo a él.

Por fin se me ocurrió una forma de conseguir el deseado viaje: poniendo debajo de una ventana una mesa y subiéndome a ella me puse a enhebrar una aguja. Según lo previsto pasó por allí mi padre y al verme de aquellas maneras me preguntó qué hacía en aquella postura y le dije que me parecía que estaba mal de la vista porque no conseguía enhebrar una aguja ni siquiera con la buena luz que entraba por la ventana. Avisó enseguida a mi madre para comunicarle mi problema de los ojos y aunque ella tenía la mosca detrás de la oreja porque no se terminaba de fiar de mí, no le cupo en la cabeza que fuera una trampa para conseguir el viaje a Zaragoza, de forma que a la mañana siguiente mi madre mi padre y yo, en el coche de línea, nos fuimos a Zaragoza a aclarar mi extraño problema a la consulta de un oculista.

Aquel señor me fue poniendo aparatos y cristales en los ojos y yo le iba diciendo los defectos que veía en las letras de la pared. En cierto momento me dijo: “te voy a poner ahora unos cristales que ya verás qué bien vas a ver con ellos”. Efectivamente con aquellos lo veía todo de maravilla y así se lo dije al oculista. En aquel momento hizo pasar a mis padres a la consulta y les preguntó cuál era el detalle por el que se habían dado cuenta de mi problema Ellos le explicaron que a plena luz no era capaz de enhebrar una aguja de coser y el oculista les contestó:” Pues entonces tendrán que llevar a la chica a un médico de los nervios porque defecto visual no tiene ninguno así que tiene la vista perfecta”. El resultado de estas explicaciones que me dejaron al descubierto, fue que mi padre movió la cabeza a los lados como disgustado por el engaño y la movida que había montado, pero la reacción de mi madre fue más enérgica, porque sin importarle la presencia del oculista, me dio un puñetazo en el hombro con tal fuerza que me desniveló los huesos y ya siempre he tenido los hombros a diferente altura y para disimular el defecto siempre me he puesto hombreras de diferente grueso.”

Con estas explicaciones dio por concluido el relato en el que venía a reconocer lo traviesa y liante que era de pequeña, sin que por eso fuera mala persona, sino todo lo contrario según pudo acreditar a medida que le fue entrando el conocimiento al hacerse mayor.

Acabado el anterior relato siguió con unas reflexiones que no guardaban relación con lo anterior y fueron que, como andaba con problemas de cadera que le hacían ir arrastrando una pierna, fue al médico, quien le dijo que eran debidos a su excesivo peso, lo que no la convenció en absoluto porque andaba coja de una pierna y si el problema hubiera sido debido al peso, la cojera la tendría en ambas piernas por igual y no en una sola como le ocurría.

Como el médico le indicó también que debía beber como mínimo dos litros de agua diarios y a ella el agua no le gustaba en absoluto, interiormente se dijo que no pensaba ni probarla y terminó su relato diciendo:”¡ Que se jo… el médico!”.

La familia tenía un bar en el pueblo y la que verdaderamente atraía a la clientela era ella, ya que su marido aprovechaba el atardecer, para ponerse a barrer y a echar espray insecticida a todo gas, con lo cual espantaba a los todavía numerosos clientes.

A la hija tampoco le gustaba el trabajo en el bar de tal forma que iba todo el rato con cara de desagrado, hasta el punto de que un cliente habitual entró un día en el bar diciendo: “He visto a tu chica en la plaza, ¡y se estaba riendo!”, sorprendido de que también supiera reir.

El caso es que entre unos y otros y sobre todo por el empuje y el gracejo de nuestra compañera de viaje, hicieron un patrimonio familiar suficiente para poder salir adelante, aunque ocurrió la desgracia de que falleciese su marido (cuando todavía era joven) inmediatamente después de finalizar el ciclo del bar, ¡que también es mala suerte!

Y así continuó explicando anécdotas y reflexiones, mientras que la gente del autobús le aconsejaba que se presentara a algún programa de televisión pues sin duda podría emular o incluso superar a Marianico “el Corto”, aunque me dio la impresión que a ella le importaba un higo los consejos que le daban unos y otros.

Así que llegamos a Zaragoza donde nos dispersamos cada uno hacia su casa o hacia su pueblo, deseando llegar lo antes posible a sitio seguro para combatir como era debido la gripe que llevábamos, haciéndonos la puñeta dentro de nuestros congestionados pulmones, importada desde las maravillosas playas valencianas de Gandía.

viernes, 16 de marzo de 2012

La Providencia en acción

Hace años, una familia formada por los padres y dos hijas que vivían en un pueblecito del Sobrarbe (Huesca) se vio aumentada por el nacimiento de un miembro varón, con el natural regocijo para todos ellos.

El pueblecito era pequeño y el padre, Joaquín, se dedicaba a la agricultura, aunque sus características personales eran de tal cordura, carácter y sentido común que, aparte de practicar las normales labores agrícolas de sus tierras, los vecinos lo habían nombrado alcalde del pueblo.

La alegría inicial del alumbramiento se fue transformando en tristeza cuando el chavalín fue demostrando que tenía dificultades para oir y hablar y finalmente se diagnosticó que era sordomudo.

Ante esta situación, que en el pueblo era una minusvalía importante, el padre, que tenía las ideas muy claras y se atrevía a enfrentarse con cualquier problema, en lugar de quedarse a verlas venir, convino con el resto de la familia en que debían trasladarse lo antes posible a Zaragoza, donde el hijo podría recibir una formación que le permitiera aprovechar el resto de sus potencialidades, a la par que sus hermanas, que demostraban una excelente dotación intelectual, podrían adquirir y ejercer algunas carreras.

Así que nos encontramos a toda una familia, obligada por las indicadas circunstancias, a abandonar el hábitat de sus antepasados, para emigrar de forma imprevista a Zaragoza.

Un hombre de aquellas prendas no tuvo problemas para encontrar un trabajo como portero, ni se le cayeron los anillos por ejercer un oficio al servicio de muchas personas en una casa de reciente construcción de treinta y dos vecinos, próxima a una zona con alta densidad de colegios en la parte sur de Zaragoza, próxima al barrio de Casablanca.

La casa tenía vivienda para el portero y su familia, y los ingresos por su trabajo bien administrados y sumados con los propios de algunos trabajos adicionales, les permitían mantenerse en aquella cabeza de puente que acababan de establecer en Zaragoza, es decir que, aunque en el camino dejaran los jirones naturales de un traslado de esta naturaleza, al menos la nueva ubicación les permitiría encarar el futuro con mejores perspectivas para los hijos, especialmente para el que más lo necesitaba, que era Jesús.

Solventado, pues, el trabajo y la ubicación, uno de los primeros objetivos fue incorporar a Jesús a un centro para sordomudos y a continuación matricular a las hijas Pilar y Josefina en los colegios adecuados para que pudieran ser unas futuras universitarias.

El señor Joaquín, fue un portero de lujo en una casa con muchos niños pequeños. Cumplidor a la perfección con su trabajo, le sobraron facultades para resolver cualquier incidente que se presentase. Cuidaba a la comunidad como si fuera su propia familia. Aceptaba siempre la responsabilidad de tener las llaves de los pisos con toda la confianza para los propietarios. En una palabra, veló por el bien de todos, y fue siempre un ejemplo tanto de portero como de padre de familia..

Fueron pasando los años y ya nos encontramos a Jesús con unos adiestramientos finalizados, —aunque su persistente sordera no le permitiera comunicarse bien con las personas desconocidas—, y a sus hermanas sacando adelante sin mayores problemas sus respectivas carreras de matemáticas y de ciencias químicas y posteriormente las correspondientes oposiciones como profesoras.

En este momento comienza a aparecer una dificultad y es que Jesús, en edad de trabajar no encuentra un trabajo apropiado ya que cuando, guiado por su padre encuentra alguno, es difícil, mal remunerado y peligroso. Esta situación se va prolongando, van pasando los años, y toda la familia piensa que la razón principal del desplazamiento a Zaragoza no estaba obteniendo los resultados esperados.

Una familia unida está dispuesta a hacer cualquier sacrificio para que el miembro que más lo necesita salga adelante a pesar de que con el transcurso de los años habían ya establecido profundas raíces en Zaragoza. En este caso comienzan a plantearse emigrar a Barcelona para mejorar las oportunidades de encontrar un posible trabajo para Jesús, que seguía siendo el objetivo clave para toda la familia.

La noticia de los nuevos planes de la familia, debidos a las dificultades laborales para Jesús en Zaragoza, llega casualmente hasta un ingeniero padre de cinco hijos que habita en la comunidad, y le hace pensar detenidamente en los traumas que la familia del señor Joaquín ha pasado para llegar hasta este punto y los interrogantes y dificultades que un nuevo traslado, esta vez a Barcelona, les acarrearía de nuevo.

La primera idea es ayudarle, pero este tipo de colaboraciones, dadas las experiencias de Jesús en los anteriores empleos y, sobre todo, el riesgo de intervenir en una cuestión dudosa es problemático, ya que si el experimento fracasa, puede conducir a una situación tensa con el portero y su familia, lo cual es una molesta situación. Considerando que tenemos la vida suficientemente complicada, está claro que hay que evitar a toda costa el añadir nuevos problemas en el entorno de nuestra propia casa. Estas reflexiones le hicieron inclinarse en principio por una actitud conservadora y no intervenir en un problema en el que nadie le había llamado.

Pasan unos días más y se va confirmando la noticia de la emigración de toda la familia del portero y la persistente idea inicial del ingeniero se va transformando en la de que la suya es una postura egoísta por hacer como si el asunto no fuese de su incumbencia.

Decide por fin estudiar en serio la posibilidad de ofrecerle un trabajo incorporando a Jesús a la plantilla de la empresa en la que él trabaja y que la componen unas ochenta personas. Cree además que, dada la naturaleza de los diferentes trabajos que allí se realizan, Jesús está capacitado para realizar perfectamente varios de ellos, especialmente uno que necesita una persona con un perfil exactamente como el suyo y cuya remuneración es normal y no se halla cuestionada en absoluto; sin embargo el ingeniero piensa que para garantizar el éxito de la operación es indispensable seguir varios pasos previos que se detallan a continuación:

El primero es hablar con el padre de Jesús y exponerle que había pensado en darle a su hijo una oportunidad de trabajar en su empresa, proponiéndolo previamente a las personas necesarias, y con el bien entendido de que si la expectativa fracasara, la amistad actual entre ellos debía quedar a salvo de tal circunstancia y tener presente que siempre se había tratado, aunque era un tema delicado, de asumir el riesgo de ayudarle. Ante estas consideraciones, el señor Joaquín contestó: “Pase lo que pase, siempre le estaremos muy agradecidos por haberse atrevido a intentar ayudarnos”. Y concluyó:” No le quepa la menor duda de esto”, lo que para el ingeniero, que lo conocía bien, fue como la firma en un documento notarial.

El segundo paso fue hablar con los socios de la empresa, asegurándoles que estaba convencido de que la contratación que les proponia no iba a representar ningún perjuicio, sino que, por el contrario, sería altamente beneficiosa y humanitaria. Como las personas implicadas tenían plena confianza en él y eran de buena condición, le dieron sin problema alguno su beneplácito.

A continuación siguieron las conversaciones con los mandos intermedios que fueron también positivas brindándose a poner de su parte todo lo que fuese necesario con el mayor agrado.

Un día antes de la incorporación de Jesús, el ingeniero reunió a todo el personal de la empresa en una amplia sala/comedor y se formó un gran corro donde en un punto estaban él con los encargados y todo el personal alrededor, y les dijo lo siguiente:

“Estamos reunidos para daros a todos una noticia: se trata de que conozco a un muchacho de la misma edad que muchos de vosotros que es mudo, aunque prestándole atención se le entiende. Ha venido hace tiempo con toda su familia a Zaragoza desde su pueblo para poder desarrollarse como persona y poderse mantenerse autónomamente el día que no puedan ayudarle sus padres. Este chico ha intentado trabajar en varias empresas y nadie lo quiere, porque le piden cosas que él no puede hacer o ponen en riesgo su integridad física. He pensado en darle una oportunidad aquí con nosotros. Estoy seguro de que os parecerá bien y en todo caso os pido de todo corazón que os esforcéis para entenderlo, que tengáis paciencia con él y que le ayudéis en todo lo posible, especialmente los compañeros más cercanos. Los socios de la empresa se ha mostrado dispuestos a ayudarle así como los encargados y ahora faltáis vosotros que vais a ser sus compañeros y vais a estar a su lado todos los días ¿Puedo pediros que entre todos consigamos ayudar a esta persona y a su familia que están a punto de marchar a Barcelona porque no encuentran una ayuda para su hijo en Zaragoza?”.

Cuando el ingeniero terminó de decir esto, hubo un momento de silencio y a continuación, como elocuente respuesta a la pregunta, estalló un atronador y general aplauso al que solo les contestó: ¡Gracias! ¡No esperaba menos de vosotros!

Las palabras se quedan cortas cuando se preguntan y responden ciertas cosas y para él aquel aplauso —el único en todos sus años de vida laboral— fue la mejor medalla que le pusieron en su vida.

Después de lo dicho, sobraban los discursos y cada uno se fue a su puesto con el convencimiento profundo de hacer todo lo posible por el nuevo, al que iban a considerar en el futuro, un compañero muy especial y querido.

El trabajo encomendado a Jesús se ejercía en un limitado entorno, requería cierta habilidad manual y mediano esfuerzo y se llevaría a cabo al lado de otra persona que haría exactamente lo mismo. Había un segundo turno compuesto por otras dos personas, que hacía la misma operación que era el afinado mediante rotaflex de los taladros de engrase de los cigüeñales de automóvil.

Todas las operaciones de la fabricación estaban cronometradas y estas se realizaban precisamente en la parte final del proceso.

Como estaba previsto, el chico fue aprendiendo su trabajo y aunque lo hacía con gran perfección daba la sensación de que era más lento que sus compañeros; sin embargo se comprobó que incluso empleaba menos tiempo que los demás. Nos dimos cuenta de que era una de esas personas que no desperdiciaba ningún movimiento. Era diferente a aquellas que mueven mucho viento y sus resultados prácticos son escasos.

Según se había acordado en aquella reunión para informar de su incorporación, sus compañeros se veía claramente que lo trataban con especial cariño, le ayudaban y se esforzaban por entenderlo y que él los entendiese, lo cual ocurría de forma notable con el encargado que le adiestraba y le encargaba los trabajos por estar directamente a sus órdenes.

El ingeniero fue preguntando al señor Joaquín por el chico y decía que todo iba bien y que, aunque tenía cierta dificultad con los desplazamientos, la resolvían entre toda la familia sin mayores problemas.

Un día, al poco tiempo de ingresar en la empresa, apareció con un coche de su propiedad que había comprado la familia después de que él —no sé cómo— dispuso de carné de conducir, tras aprobar todos los test y prácticas necesarios.

Esta noticia fue para todos muy gratificante, pues indicaba que se hallaba a gusto en la empresa y que tenía cualidades para hacer cosas que a personas sin minusvalías a veces les resultaban costosas y, en fin, que el objetivo de todos que era ayudarle a sentirse como una persona perfectamente normal, se estaba cumpliendo incluso antes de lo previsto. Por otra parte sus problemas de transporte se habían simplificado con la disponibilidad de su coche.

La alegría fue general porque aquello se consideró un éxito de todos.

Otro día el encargado, como dándole una buena noticia, le dijo al oído al ingeniero “que le habían hecho hombre” dado que cuando llegó a la empresa no conocía mujer. El ingeniero, en vista de que la cosa no tenía ya remedio, no quiso saber detalles de tan delicado tema, pero comprendió que su grado de sociabilización trascendía al del trabajo y que en la escala de valores de aquel grupo de trabajadores la normalidad requería también este requisito para hacerlo sentirse como uno más entre ellos.

El ingeniero se limitó a señalar que tuvieran mucho cuidado con el proceso que estaban siguiendo, no fuera que con su mejor voluntad traspasasen ciertas rayas rojas que no deben cruzarse y luego tuvieran que arrepentirse todos.

Ya tenemos a Jesús integrado en la empresa realizando bien su trabajo y sintiéndose cada vez más una persona normal de tal modo que las vacaciones reglamentarias las hizo por primera vez con su propio coche acompañado por varias personas de su familia.

La integración había sido un éxito y aparte de representarle unos ingresos como los de cualquier trabajador supuso, especialmente para sus padres, la tranquilidad de saber que su vida futura podía ser autónoma e independiente de ellos, que es la cruz de muchos padres que no saben qué será de sus hijos el día que ellos falten.

Casi seguro que el señor Joaquín, colocó en un lugar destacado junto a los santos de su devoción la fotografía del ingeniero que protagonizó la integración de su hijo y tanto a él como a todos sus conocidos les decía que aquel hombre era el más valiente y bueno que había conocido y además, como no le gustaba que las cosas quedasen solo en palabras, por Navidad apareció en la puerta del ingeniero con una tarjeta de felicitación y con un hermoso jamón que el ingeniero se resistió a aceptarle dada la precaria economía del portero, pero su insistencia y el deseo de no hacerle el feo de rechazárselo hicieron que lo aceptara y además cada corte de aquel estupendo jamón fue un motivo de satisfacción y de recompensa por una labor bien hecha a favor de alguien que lo necesitaba.

Cada año por Navidad el señor Joaquín tenía a su ingeniero el primero de una lista y no pasó un año sin repetir sus sinceros deseos de todo lo mejor para él y toda su familia, que por lo demás eran sinceramente correspondidos.

Esta situación tan normal y distendida para todos se prolongó durante años y el ingeniero siempre tuvo el convencimiento de que aquella obra no fue mérito suyo sino que la Divina Providencia le tomó como protagonista para ayudar a aquella familia tan necesitada, Él solamente supo acceder a que las cosas sucediesen así y coordinar lo necesario para que se cumpliera lo que la familia de Jesús habría suplicado con mucha fe para que así sucediera.

Pasaron los años y en una de aquellas tremendas crisis del automóvil el ingeniero creyó necesario dejar aquella empresa y como medida de supervivencia proyectó y puso en marcha con varios socios una instalación de pintura electrostática epoxi para grifos y accesorios de baño que todavía sigue funcionando, .aunque en estos momentos se halla sometida a la generalizada crisis de la construcción en España.

A partir de la puesta en funcionamiento de la indicada instalación de pintura, nuestro ingeniero tuvo una interesante oferta para trabajar en Fabersánitas, empresa que fue durante años emblemática de Aragón, lo que hizo sin perder su condición de socio de la de pintura.

Cuando habían pasado dos años desde que dejó la empresa de cigüeñales en la que Jesús había seguido trabajando, aquella cerró definitivamente y todo el personal pasó al paro, pero una vez más la Providencia iba a salir en defensa de Jesús ya que nuestro ingeniero influyó para que se le contratase en la empresa de pintura de grifos dadas sus condiciones personales e incluso de menores costes sociales por causa de su minusvalía.

También esta vez la persona que administraba la empresa era buena y comprensiva y aceptó encantada la posibilidad de contratarle, donde sigue trabajando actualmente.

En esta empresa lleva Jesús trabajando sin el menor problema veintitantos años y pronto podrá acceder a su jubilación y disfrutar de una pensión normal junto con la de su hermana Josefina que ya está jubilada y permanece soltera. Es casi seguro que en estos años trabajando tanto Jesús como su hermana, habrán podido reunir unos interesantes ahorros que les permitirán no tener preocupaciones económicas en el futuro.

El señor Joaquín, cuando por jubilación dejó su puesto de portero, siguió manteniendo contacto con cada familia, interesándose siempre por la evolución de cada persona de la casa y asistiendo a todos los entierros que se iban produciendo.

En su lista de Navidad siguió teniendo y utilizando en primer lugar el nombre de su ingeniero y en esa ocasión aprovechaban para informase con detalle de la evolución de las respectivas familias y de los demás vecinos.

Hace cinco años falleció el señor Joaquín y, además de que no nos enteramos de que estuviera enfermo, el ingeniero que tanta influencia tuvo en su vida no pudo acompañar a su familia en el entierro, porque acababa de ser operado de una hernia inguinal y le era imposible caminar; pero sí tuvo para él un recuerdo cariñoso y no dudó de que, sin duda alguien estaría esperándole con los brazos abiertos en un lugar muy destacado del Cielo.

La viuda del señor Joaquín, la señora Pilar que es una persona también magnífica que sufrió después del nacimiento de Jesús los avatares de su infancia y los traslados que recomendó su marido con total fe en que lo que él le proponía era lo más conveniente para todos, y entre todos supieron formar una familia ejemplar. En estos momentos a la señora Pilar me la imagino añorando la fuerte personalidad del señor Joaquín y deseando hacerle compañía para velar juntos por estos hijos y los nietos que les dio su hija Pilar y sobre todo por ese hijo Jesús tan querido por todos y a salvo de los problemas que inicialmente su minusvalía le planteaba en una etapa de su vida.

Varias personas colaboraron para lograr el final feliz de esta aleccionadora historia, pero La Providencia fue (pocas veces lo he visto tan claro) la principal protagonista y los demás elegidos por Ella como colaboradores, lo cual fue siempre para el ingeniero de nuestra historia un motivo de orgullo y de agradecimiento por la elección que la Providencia hizo designándole para algo más importante que fabricar cigüeñales.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El PERT


Existe un procedimiento que se utiliza para ayudarnos en la programación de asuntos que son complejos a causa de su elevado número de actividades y de las constantes dependencias entre ellas. Este método de ayuda en la programación, en el momento de su creación hacia 1956 por la Marina de Estados Unidos para su utilización en el Proyecto Polaris, se llamó PERT y en España pasamos a denominarlo unas veces así y otras MÉTODO DEL CAMINO CRÍTICO.

Se trata de algo muy sencillo que todos deberíamos conocer, porque reporta grandes compensaciones, con poco esfuerzo.

Se basa en obviedades que conocemos, pero que apenas utilizamos. Es, como solemos decir, una especie de huevo de Colón.

Sus primeras aplicaciones civiles se hicieron en la programación de la construcción de edificios, y los resultados fueron espectaculares, pues permitieron disminuir enormemente los plazos de ejecución, principalmente porque se logró prestar una atención proporcional a la importancia de cada actividad y se consiguió tener a punto, en el momento preciso, cada cosa necesaria, sin las demoras que, por la elevada complejidad y la deficiente programación eran hasta entonces muy habituales. Hasta aquellos tiempos solía ocurrir que faltaba lo más necesario en el momento más inoportuno.

Personalmente, la primera vez que lo apliqué en la industria conseguimos rebajar el plazo de mecanización de cigüeñales, de dos meses que era el habitual, a veinte días. Luego, en mi vida profesional lo he aplicado, con éxito, continuamente.

Aunque hemos nombrado dos aplicaciones de cierta complejidad, el método puede utilizarse también en muchos casos de la vida cotidiana que consideremos algo complicados como, por ejemplo, una boda, un viaje difícil, una celebración con muchas variables, etc., etc. En suma, el sistema se puede aplicar sin dificultad y es conveniente en infinidad de casos tanto industriales como de la vida ordinaria.

Un poco largo el preámbulo, pero paso por fin a explicar el procedimiento en sí. Ojala que a alguien pueda servirle.

Cuando se da una situación en que nos abruma el número de actividades interrelacionadas diferentes, muchas veces hemos oído decir "¡haz una lista!". Pues bien, esto es el arranque del método PERT, es decir, HACER UNA LISTA DE ACTIVIDADES LO MÁS COMPLETA POSIBLE.

Esto, por sí solo ya es una gran ventaja, pues de este modo no tenemos necesidad de mantener ocupada la memoria con todo lo que hemos de hacer, puesto que además de requerir un esfuerzo pesado es casi seguro que vamos a olvidar actividades que, para más fastidio, algunas pueden ser fundamentales y crear graves retrasos y contratiempos.

Al elaborar la lista conviene distinguir entre las actividades que no consumen tiempo y las que sí lo hacen. A las primeras se las denomina escuetamente por el nombre de la actividad, por ejemplo "hablar con el señor X, ir al comercio Y", etc.

Las que lo consumen en cierta cantidad, como por ejemplo hacer una zanja, obtener una laboriosa autorización, etc., es necesario dividir cada una en dos, que por ejemplo podrían ser: "comenzar la zanja Z" y "terminar la zanja Z", "solicitar autorización A" y "obtener la autorización A" y así sucesivamente. Existen también actividades que se relacionan sin que exista necesidad de espera entre ellas y entonces se ponen las dos seguidas, pero el tiempo que se anota en el vector es un cero.

Para simplificar el sistema, es también conveniente asignar una letra mayúscula cualquiera, a cada actividad.

Una vez hecha y bien repasada la mencionada lista, tenemos ya buena parte del trabajo realizado, de tal manera que, si no hiciéramos nada más, habríamos logrado un gran adelanto organizativo; pero pasemos a la segunda fase del PERT, que la vamos a dedicar a la

DETERMINACIÓN DE TIEMPOS.

Algunos tiempos pueden ser exactos por corresponder a operaciones bien aseguradas, o por estar asignadas a entidades totalmente fiables, etc., pero lo normal es que el tiempo de ejecución de cada tarea sea una incógnita y tengamos que hacer su estimación. En este caso, en lugar de asignar un tiempo de forma puramente intuitiva, conviene utilizar el siguiente criterio, teniendo en cuenta que:

a.- es el tiempo optimista, que obtendríamos con muy buena suerte. Esta circunstancia solo se presenta una vez de cada cien.

b.- es el tiempo pesimista, que tendríamos en casos con extrema mala suerte, excluidas huelgas, incendios, inundaciones y otras incidencias de similar calibre. Se puede pensar que se presenta también una vez de cada cien.

c.- es el tiempo más probable, que podemos intuir que se cumpliría pensando que la actividad se repitiera muchas veces y por tanto existiera sobre él una larga experiencia.

El tiempo que se asignará a la operación será = (a+ b+4c), dividida esta suma por 6.

El estudio y asignación a cada tarea de los tiempos indicados, por sí mismo facilita también la solución del asunto que estamos tratando de resolver.

Con el conocimiento de las interrelaciones entre las distintas actividades y los datos anteriores, podemos pasar a

DIBUJAR UN GRAFO en el que aparezca reflejada de una forma gráfica esta relación. Para ello haremos lo siguiente:

a) Pondremos la letra mayúscula, que simboliza a cada actividad, dentro de un círculo.
b) Posicionaremos a la izquierda del papel la actividad o actividades que pueden comenzarse sin depender de otras, representadas siempre por círculos como se ha dicho.
c) Trazaremos unas flechas desde cada actividad a las que dependan de ella, y así iremos reflejando todas las actividades que componen el plan previsto, hasta representar la última. A este conjunto de actividades enlazadas unas con otras por medio de uno o varios vectores se da el nombre de grafo, que nos permite tener una clara visión de cómo dependen unas actividades de otras en el conjunto de la operación.

El siguiente paso consiste en:

APLICAR LOS TIEMPOS A LAS ACTIVIDADES. Para ello:

a) Pondremos un número sobre cada vector (flecha), indicando el tiempo (generalmente en días) en que se hallan distantes las actividades de sus extremos. Si algún paso entre actividades no consume tiempo, se procederá, según hemos indicado, aplicando sobre el vector el número cero.
b) Trazaremos un cuadrado al lado del círculo de cada actividad.
c) Pondremos dentro de cada cuadrado el mayor de los tiempos que resulte de sumar los tiempos reflejados en los cuadrados de las actividades precedentes, con los que figuren en los vectores que parten de ellas.
d) Cuando lleguemos a la actividad final, figurará, en su cuadrado, un número que es muy importante porque indica nada menos que el tiempo que se va a invertir en el proceso si se cumplen los tiempos asignados.

Para completar el método procederemos a

DETERMINAR EL CAMINO CRÍTICO

Ante todo debemos decir que este camino crítico contiene las actividades cuyas demoras en los tiempos totales significarán un retraso en la fecha prevista para la finalización y son, por tanto, las actividades a vigilar con mayor cuidado. En cambio una demora en una actividad que no forme parte del camino crítico no retrasará en principio el proceso, siempre que su desfase no sea tan grande que llegue a transformar el camino crítico. En suma, todas las actividades que no son camino crítico tienen un margen más o menos importante de demora, pero las del camino crítico son, si el programa progresa correctamente, invariables. Dicho esto, pasemos a indicar la manera de determinar las actividades que componen el camino crítico. Para ello:

Restaremos del valor del cuadrado final, los valores de los vectores concurrentes en la actividad final, y elegiremos la actividad cuyo tiempo marcado coincida con la diferencia entre ambos valores. Esa actividad será otra de las que componen el camino crítico. A continuación haremos con ella lo que hicimos con la final y encontraremos otra también crítica y así sucesivamente, hasta llegar a una actividad inicial del proceso, con lo cual habremos determinado todo el camino crítico, que conviene remarcar en el dibujo para una mejor visualización.

UN EJEMPLO



Este grafo contiene las actividades ABCDEFGHI y, para empezar, lo hemos hecho relativamente sencillo. (Yo he visto grafos que ocupaban superficies considerables).

En él aparecen todos los elementos que hemos indicado: las actividades están representadas por sus letras, indican por medio de vectores las relaciones entre ellas y aparecen números dentro de cuadrados, obtenidos sumando los tiempos de las actividades precedentes de izquierda a derecha, eligiendo cada vez el mayor de los comparados.
Se ve que las primeras actividades Ay B pueden comenzar a la vez.
El proceso termina en la actividad I consumiendo, si no hay demoras imprevistas, 27 días.
El camino crítico calculado convenientemente son las actividades BDFGHI.
Para hallarlo se ha comenzado por restar de 27, que era el tiempo de la I, el tiempo desde la F que era 5, resultando 22 y como este valor en la F era14, no resultó la F camino crítico; sin embargo la cifra de 22 la tenía la H y por ello esta actividad fue la que resultó camino crítico. Así se fue siguiendo con las demás hasta llegar a la primera, que fue la B.
La asignación de los tiempos y los demás detalles, se han explicado anteriormente.

Esto sería el método completo, y según hemos dicho, si se opta por no seguirlo hasta el final, todo lo que hayamos actuado supondrá un cierto beneficio organizativo, mayor o menor según el número de fases que hayamos utilizado.

Cuando se aplica el indicado método en una industria, pongamos por caso, su inconveniente es que la persona que ocupa parte de su tiempo en mantener actualizados los datos del PERT, tiene que hacer constantes correcciones si los tiempos no se cumplen. Esto en los grafos industriales, que suelen contener muchas actividades, es una labor algo pesada; sin embargo los resultados que se obtienen compensan sobradamente estos inconvenientes.

Cuando la filosofía de la producción es trabajar con el criterio de que cada lote pase a estar disponible en un tiempo mínimo, obtenemos una gran ventaja que es la de ver las primera piezas acabadas en un tiempo récord y que Verificación Final nos dé la seguridad de que todos los recursos técnicos (planos, calibres, utillajes, etc.) han sido bien concebidos. En caso de encontrarse errores en las primeras piezas, estaremos a tiempo de efectuar las correcciones oportunas para aplicarlas en las pendientes de procesar. Si hubiéramos trabajado a la vez por lotes separados, estos llegarían en bloque al final del proceso, así que cuando descubriésemos el error sería demasiado tarde y el problema podría tener considerables dimensiones.

Otra de las ventajas es que el número de piezas en proceso se minimiza y sabido es que la eficacia de una empresa es inversamente proporcional a la cantidad de material en forma de stocks en proceso.

El método está muy de acuerdo con el "just in time" japonés, que tan profusamente se ha utilizado con gran éxito, pues la visión general del proceso que nos da la información del grafo, permite apreciar y por tanto prevenir, que no falte lo necesario en el momento oportuno, sin anticiparlo tampoco excesivamente. Es decir que, sin pretenderlo expresamente, estamos siguiendo justamente esa forma de actuación.

.El inconveniente de los constantes reajustes manuales en los grafos se resolvió cuando aparecieron en el mercado los ordenadores y los programas adecuados que hacían los cambios muy fáciles, pues modificando un valor manualmente se rehacía automáticamente todo el grafo y se sacaban de inmediato las consecuencias del cambio y las acciones a realizar de una forma inmediata para corregir las desviaciones.

En cualquier caso el método manual sigue vigente en muchos casos (siempre recuerdo aquello de que "para apagar una cerilla no hace falta llamar a los bomberos") y siempre tendrá el mérito de haberse producido un buen avance en la programación utilizando principios muy simples, pero empleando una fuerte dosis de sentido común.

Si no conocías el método PERT amigo lector, y solo te sonaban de su nombre las tres primeras letras, haz un pequeño esfuerzo por aprenderlo, y verás como, con el tiempo, me agradecerás este consejo.

Para terminar, tengo que decir que cuando a un amigo, muy cachondo él, le pregunté si conocía el significado de las iniciales del PERT, me contestó sin titubear: "Peligro, Estamos Rodeados Totalmente".

domingo, 22 de agosto de 2010

Lo urgente y lo importante

En muchas ocasiones suceden las cosas de tal modo que se nos acumula lo pendiente de hacer, con la sensación de que nos falta tiempo, de que no llegamos a todo. Esto puede suceder en cualquier actividad o profesión: la de ama de casa, la de ingeniero, la de agricultor, la de secretaria, la de banquero, etc., etc. Quizá haya alguna que se escape de esta regla general, pero yo no la conozco.

Esta circunstancia se produce a veces en forma ininterrumpida durante la actividad diaria, y otras ocasionalmente; pero antes o después, con mayor o menor frecuencia, con más o menos intensidad, es algo por lo que todos pasamos y nos produce un estrés que como sabemos o intuimos se define según la RAE como “una situación agobiante que origina reacciones psicosomáticas, y trastornos psicológicos a veces graves”. A esta definición agregaría de mi cosecha el matiz de “a base de tiempo”.

El modo de ser de cada persona influye también en la forma e intensidad de la situación, así las más activas están más predispuestas a que les ocurra, puesto que tratan de participar, intervenir, e involucrarse en más cosas. También todos sabemos que hay profesiones en la que es más frecuente la presencia e intensidad del estrés.

Trato en este artículo de analizar esta circunstancia para conocerla mejor y contribuir a combatirla en la medida de lo posible. Para comenzar, concretaré lo que entiendo por urgente y por importante, aunque son términos que, con mayor o menor precisión, son bastante conocidos:

Urgente es lo que hay que resolver de inmediato, sin pérdida de tiempo y además no admite demora alguna por más que se quiera soslayar, aunque el asunto a que se refiera sea intrascendente.

Importante es aquello que tiene trascendencia y sienta bases firmes a medio y/o largo plazo.

Mi experiencia demuestra algo fundamental: que lo urgente no es importante y lo importante no es urgente. Aquí surge un interrogante: ¿Y no pueden darse las dos condiciones de urgencia e importancia a la vez? La respuesta es que sí, pero en la práctica sucede esto con muy baja probabilidad, es decir que la inmensa mayoría de las veces ocurre lo enunciado en el principio, que es una regla de oro.

El hecho de que las cosas sean así hace que se reduzca la eficacia de nuestros actos, ya que nos pasamos el tiempo resolviendo muchos asuntos de poca importancia y los realmente importantes se van posponiendo una y otra vez puesto que no son urgentes.

Además, la resolución de lo urgente genera, por su propia naturaleza, un considerable estrés ya que las soluciones son apremiantes.

Es decir, que corremos un alto riesgo de dedicarnos a cosas urgentes, es decir poco importantes y estresantes, y de no acometer lo realmente importante aunque estemos capacitados para ello. En suma, a actuar con gran ineficacia y alto desgaste.

Esta situación de agobio, que nos aparece espontáneamente sin pretenderlo y sin poder evitarlo, no puede ser más negativa para el éxito y el rendimiento de nuestros esfuerzos a largo plazo ya que “se mueve mucho viento pero los resultados son escasos”.

La visión de una persona agobiada por las urgencias es un test de la necesidad de mejoras en su organización o bien de insuficiencia de personal colaborador.

Muchas personas sometidas a esta circunstancia no se dan cuenta, y otras que la perciben no saben como librarse de ella.

Mis consejos al respecto son los siguientes:

En primer lugar hay que identificar con claridad la situación de estrés cuando se presente o exista de antemano, y pensar que, aunque sea insoslayable de momento, debemos establecer el objetivo de salir de ella, para lo cual el tomar conciencia y hacerse el propósito de evitarla ya es un primer paso.

En segundo lugar hay que pensar que si las cosas cuya ejecución nos asedia son poco importantes (y por añadidura urgentes) en el fondo se debe a que la organización es de tal naturaleza que las pequeñas cosas llegan a la persona indebida. Por tanto hay que derivarlas a escalones subordinados, es decir delegar.

Estos escalones muchas veces no existen, ni existe la posibilidad de crearlos, en cuyo caso tendremos que aceptarlo y buscar soluciones (de las que espero escribir en otra ocasión), a sabiendas de que nuestro trabajo es, y va a seguir siendo, poco efectivo. En otros casos sí que se puede hacer lo recomendado, y entonces el objetivo es utilizarlos delegando y enseñando a los auxiliares, y estos a los suyos, todos los detalles necesarios para resolver esa problemática a la que estamos siendo, todos, indebidamente sometidos.

He dicho delegar y surge de inmediato la pregunta: delegar… ¿Hasta dónde? La respuesta es “hasta lo máximo posible”, sin complejos y sin aceptar el temor de quedarnos sin nada que hacer, con los brazos cruzados, puesto que nos esperan cosas importantes para emplear a fondo nuestras capacidades.

En definitiva, cada uno debe dedicarse a hacer lo más importante que su capacidad le permita y, si se ve obligado a hacer cosas de menor nivel, debe tratar de que esto ocurra con la menor frecuencia posible.

Esto, que parece pensado en exclusiva para una actividad de tipo empresarial, es generalizable. Para dejarlo bien patente, voy a poner el caso de un ama de casa que trabaje o no, además, fuera de ella. Muchas veces se la ve agobiada, cuando se dedica a hacerlo todo sin aprovechar las posibles ayudas del entorno que, bien aprovechadas, en muchos casos le permitirían dedicar un tiempo a cosas muy importantes que además de no ser urgentes tienen también la particularidad de pasar con frecuencia desapercibidas. Para facilitar la colaboración hace falta no pretender que todo se haga exactamente como el ama de casa lo haría, no censurar excesivamente los fallos (ni siquiera mentalmente), y por supuesto, encontrar en el entorno la disposición adecuada. Hay que pensar también que todo requiere un “training” anglicismo que tanto se emplea en la industria y que en el caso que nos ocupa significa lisa y llanamente un entrenamiento. Con él y la buena voluntad de todos se consiguen cosas impensables. Así que, ánimo, y a disminuir el estrés, a pensar y acometer las cosas importantes que nos faltan por hacer (en el entorno familiar es donde están las más importantes que podemos encontrar) y a participar todos con buena voluntad, pero cada uno en lo suyo.

martes, 6 de julio de 2010

Dos chistes

Mi amigo Saturnino Navascués, está en el Cielo desde hace unos cuantos años y, por ser el santo de mi devoción, le rezo hablándole como si estuviera todavía con nosotros.
Satur, como le llamábamos, era competente, serio y responsable pero, al mismo tiempo, alegre y ocurrente. En las reuniones era normalmente el centro de la tertulia por su gracejo y simpatía.
Con tu venia, amigo Satur, voy a escribir dos chistes que te oí contar.


Entre cartujos

Un mozo de acreditada vocación religiosa decidió incorporarse a una orden de las más austeras, para dedicar toda su vida al trabajo, la oración y la mortificación del cuerpo, incluso con la ausencia de cualquier diálogo, que solamente le sería permitido practicar con el superior de la congregación , de la forma más sucinta posible, una vez al año.

Transcurrido el primer año, el superior le llamó para hablar según lo convenido, y nuestro protagonista dijo “cama dura” y se dispuso a esperar un año sin pronunciar ninguna otra palabra. Pasado el segundo año, preparó para la convocatoria anual la expresión “cena fría” y, una vez dicho esto, se fue hacia su celda para seguir en silencio durante otro año más. Concluido este, se presentó ante el superior y, con voz segura, dijo: “me voy”. El rector, mirándolo severamente, le dijo: “Chico, no me extraña ¡Siempre estás quejándote de todo!”.

Las avecillas

Un sacerdote de pueblo, ya mayor, en una de las periódicas visitas que hacía al obispado, se quejaba ante el señor obispo de las dificultades que estaban teniendo en la parroquia, debido a la pobreza de sus parroquianos y a las especiales dificultades coyunturales. El señor obispo trataba de infundirle esperanza, indicándole: “No olvide que el Señor cuida de todos nosotros. Ya sabe que incluso lo hace hasta de las más pequeñas avecillas que vemos en nuestro entorno”. Ante lo cual el señor cura respondió algo mosqueado: “Pero ¡observe Vuestra Eminencia las garricas tan delgadas que esas avecillas tienen…!”.

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